El momento de parar

Escrito por Alex Pérez el de 16 Agosto de 2023

Este texto, lo escribo mayormente para mí, para reflexionar sobre ello y como parte de que verbalizar ciertas cosas ayuda (y con un poco de postmortem). Si alguien está en esta misma situación y necesita hablarlo, ya sabéis dónde me podéis encontrar.

Empecemos por el principio

Llevo aproximadamente unos 16 años y pico dedicándome a tecnología. Para ser sinceros, comparándome con otr@s camaradas del metal, no he pasado por muchas empresas, únicamente dos, pero ambas han sido dos experiencias intensas.

Recordando aquellos inicios, afortunadamente ahora en general todo ha mejorado mucho, hay un onboarding, tienes un manager, un buddy cuando entras en una nueva empresa, pero amigos míos, esto no siempre ha sido así.

Supongamos que acabas tus estudios y empiezas de prácticas en un sitio, dónde, para sorpresa de nadie, surge la necesidad de montar unos 60 ordenadores en 5 días. Pero… yo aquí he venido a hacer prácticas de desarrollo, da igual, arrimas el hombro y te conviertes en la persona de soporte 🙈.

Bueno, todo Ok hasta aquí, te contratan y te dicen que necesitan que vayas a un cliente unos 15 días a arreglar un marrón, tú, como eres un corderito te lo crees.

Y allá vas, tu empresa X, te vende a la empresa Y que a su vez te vuelve a vender a otra empresa con un logotipo de letras rojas. Pero ojo, esto es secreto y no puedes decirlo, osea, tienes que simular ser de la empresa Y a todos los efectos.

Y os imaginaréis que para arreglar un marrón de esa entidad, no iban a mandar a un Junior (muy muy muy junior), no, te han mandado como un Senior. Pero no lo eres, primer problema.

Además de eso:

  • Esos 15 días prometidos, se convierten en semanas, luego en meses y luego en años.
  • Las visitas que tu jefe iba a hacerte semanalmente nunca se producen

Estás solo, para lo bueno y para lo malo, y tienes que sacarte tú mismo las castañas del fuego. Te sirve para crecer (muchas veces pasando vergüenza porque se esperan cosas de ti que ni conoces), para aprender a negociar con gente que no atiende a razones (tener mano izquierda es una soft skill muy poco valorada), te sirve para muchas cosas que te serán útiles en tu día a día (pero las aprendes de la peor forma posible), pero siempre te queda ese síndrome del impostor de que aunque acabas teniendo mucho más conocimientos que tus compañeros sobre tu área de trabajo, siempre tienes la sensación de tener que demostrarlo, ¿a qué precio?

Os lo podéis imaginar, en el momento no te quieres dar cuenta, tienes la suerte de tener unos amigos que van contigo en el coche que te escuchan, unos padres que aguantan tus llamadas llorando porque necesitas desahogar de la presión tan grande que sientes. Pero de cara a la galería, no puedes expresar nada de esto, porque tienes que dar gracias por tener un trabajo (así me educaron).

Empiezan los problemas

No hay que tener un doctorado para imaginarse qué le ocurre al cuerpo humano cuando lo sometes a una tensión tan alta durante meses / años.

  • Pérdida de peso
  • Pérdida de apetito
  • Problemas de “nervios” (llamémosle así de momento)
  • Cambios de carácter (mayormente endurecimiento)
  • Somatizaciones (problemas de piel, problemas digestivos etc).

A pesar de que eran evidentes, no los detectas, todo está bien y seguramente sea culpa tuya por no saber llevarlo correctamente, serán las condiciones en las que funciona la profesión (al final, es lo que conoces). Ese “será culpa tuya” causa un síndrome del impostor tremendo. ¿Por qué los demás lo llevan bien y yo no? ¿Qué hago mal?

El cambio

Después de una mala etapa, cambio de empleo y llego a un ambiente mucho más positivo. Y no hablo de trabajar de 9 a 5, hablo de llegar a un sitio en el que todo el mundo rema en una misma dirección, te sientes apoyado y sientes que tienes un impacto real con tu trabajo. Trabajo en lo que me gusta y encima aprendo un montón. ¿Qué más se puede pedir?

Pues como únicamente en los cuentos todo es siempre bonito, te asignan a hacer algo que no te gusta ni te aporta simplemente porque lo haces bien. Eso es lo peor de todo, porque por mucho que te quejas de querer salir de ahí, lo haces bien y nadie más quiere hacerlo, la combinación perfecta para que sea complicado salir de ahí.

Sientes que te quedas atrás con respecto a tus compañeros ya que ellos pueden aprender cosas que tú no, y como en la mochila te has tráido tus problemas anteriores, todo se acrecenta. En esa situación, ¿qué haces para no quedarte atrás? pues usar tu tiempo libre para hacer lo que otros pueden hacer en su tiempo laboral. ¿La mejor de las decisiones? obviamente no.

Finalmente, después de varios años, consigues el cambio y todo parece normalizarse, pero tu mochila sigue llena. Nunca has afrontado esos problemas.

Llega la pandemia

Llega la pandemia y trastoca la vida de todo el mundo, nos vamos para casa y a todos tus problemas añades que te sientes muy solo. Y no sé si fue cosa únicamente de mi empresa, pero llegué a trabajar más de 12h diarias (por la mañana para hacer las cosas relativas a mi puesto como líder de equipo) y por la tarde para atender las necesidades de nuestro cliente americano.

En aquel momento, lideraba un equipo y además de la parte técnica, llevaba una parte de management, 1to1s y demás, considero que (y el feedback que recibí así lo confirma) esa parte de management se me daba bien (¿os acordáis que prácticamente me saqué un máster en negociación de secuestros en mi etapa anterior?), me es muy fácil ponerme en la piel de alguien para lo bueno y para lo malo.

Ese ritmo de trabajo me causó un estado de burnout enorme. No podía dejar el trabajo (recordad, hay que dar gracias por tener trabajo), hablé con RRHH (gracias Natalia por tus consejos si lees esto) y me llegué a plantear una excendencia.

No era tampoco el mejor momento para cambiar de empresa, y en realidad, siempre tenía la duda de si el problema era yo o el trabajo, entonces ahí seguía, con una sonrisa en la cara y la presión dentro.

Actualidad

Tras la pandemia, tanto mi ritmo de trabajo como mi trabajo en sí han cambiado mucho, la empresa ha crecido mucho y los roles se han especializado, ahora ejerzo como Staff Engineer, ofreciendo guía técnica y tecnológica al resto de equipos mientras que puedo seguir ejerciendo como individual contributor.

Me gusta mi trabajo, siempre me ha gustado, es uno de mis aficiones (tengo esa suerte) y eso hace que muchas veces le dedique más horas de las que debería.

Pero mi problema en general creo (por lo que he descubierto hasta ahora) que nunca ha sido ese, es esa mochila que llevo años arrastrando y a la que nunca me he enfrentado. Esas somatizaciones de la ansiedad (ahora ya podemos ponerle nombre) que literalmente me han jodido la vida por condicionarla, tanto a nivel laboral, personal o familiar.

Llevo años en terapia, las cosas tardan en salir, pero ahora parece que las cosas fluyen más que antes, este post es ejemplo de ello, jamás lo habría escrito si no fuese así. Estoy descubriendo cosas de mí que estaban enterradas bajo capas de vergüenza.

En mi estado actual, con esa mochila que cada vez se hace más pesada, la gente que me ayuda en este camino (terapeuta, médico etc) que era momento de parar, curar y poder seguir. Parar significa lo siguiente:

  • Aprender a desconectar. La ansiedad de los domingos deben desaparecer. No todo es tecnología y trabajo.
  • No hace falta que estés todo el día aprendiendo cosas (aunque algunos influencers de Twitter digan lo contrario creando holamundos)
  • Aprender a gestionar todo esto que llevo en la mochila, y que ha estado oculto tantos años. Según su peso vaya bajando todo irá mejor.

No voy a negar, que incluso estando de baja, cuesta mucho desconectar del trabajo, no del trabajo como tal porque no sé qué está ocurriendo sino de darle vueltas a cosas relacionadas incluso de forma inconsciente.

Pero vamos a conseguirlo y como dijo Arnold, I’ll be back.

Agradecimientos

A toda mi gente que lleva años diciéndome que esto no podía ser, que me estaba haciendo daño. Perdonad que no os haya escuchado antes.

Foto de Dan Meyers en Unsplash

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